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Luce, Lucía…

Escribo y aun no luce la tinta derramada,
De nuevo mi obsesivo trazo quiebra
la quietud de la hermosa noche y
la hoja cede al peso de la pluma.
Al peso de un poema interminable…

Se complica el escribir de mí,
de verme en el espejo como luzco
en otro cuerpo, en otro lugar,
de ver que mi gusto lucía tan elevado
y pleno en otro paladar.

Y que así como mi alma antes Lucia,
Muy probablemente en un futuro lucirá.
Entre luces doradas de avenida,
de cafés aderezados con desvelos
ocupados en rompecabezas sin final…

Y sangra el tintero, oscuro y denso
como la magra uva Carmenere, cuando
narrando(me, nos, la) plasma incierto,
a la “Chica Vampiro” en su complejidad.

En verso libre diría lo que luce Lucía,
Que después de todo es un poema eterno
esa sutilidad de su equilibrio perfecto
entre ternura y maldad.

A. Caballero.