Escribo esto con la esperanza de que nadie lo lea nunca, pero con la satisfacción de que este sucio pedazo de papel cargue con mi sufrimiento.

Nunca fui un hombre sincero, a veces dudo si fui un hombre.

Todo comenzó aquella triste noche de noviembre, el mes de los muertos, cuando preparaba las ofrendas.

En Rumania tenemos un dicho que reza "Nihil nunquam mori" ( nada muere nunca) y desde que he llegado a México no he hecho más que comprobarlo cada día, su sociedad es un vaiven de vida, a veces apagada; otras tantas, festiva.

Sin embargo, a veces les dichos son más literales de lo que se piensa.

Decía pues que todo comenzó por esos días, aunque ahora que lo pienso quizá empezó unos días antes, en los últimos de octubre. Pero yo jamás le puse atención a esas situaciones.

Sucede que por aquel entonces yo trataba de sobrellevar una tormentosa relación con una china poblana,  pero la aferrante anemia doblegaba mis esfuerzos.

Guadalupe me miraba desde sus ojos negros con una mezcla de pavor y lástima. Me daba tanta pena por ella.

Un día curé mi delgadez con ella. Embravecido de alcohol llegué a la casa una noche con una luna delgadita, como colmillo de cascabel y la hice mía en cuerpo y alma.

La entregué a mi sed entera, bebí mis ansias de sus labios y su pubis. En mis manos se iban quedando sus suspiros rojos.

Esa noche de todos los santos abrí una fosa donde arrojé su cuerpo seco, su cabeza crujió  como una cáscara de nuez al contacto con el suelo.

Me arrepentí del acto apenas lo hube consumado, en mi boca danzaba su sabor metálico y dulzón, mandarinas mezcladas con el hierro de su sangre.

Nada podía hacer excepto rezar por su alma, en el altar de ese año coloqué un plato de mole y un mechón de su pelo ensortijado.

Los que dicen que los muertos no regresan tienen toda la razón, no puede volver lo que nunca se ha ido.

Por no dejar probé el mole, sentí sus manitas agarrando mi garganta.

Poco a poco, fue haciendo de mi pecho su morada, alimentandose de la vida que yo a duras penas araño de los hombres.

La sentía dentro de mi encaminar mis pasos, dormir y alimentarme. La viví viviendome ya muerta. Yo fui ofrenda y altar de su alma muerta.

Espero que la estaca termine con mi sufrimiento. Nada muere nunca, pero un fantasma atormentando a un vampiro es eterno...

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