Muy a menudo los creyentes pasamos lagos periodos de nuestra fe sin sentir la presencia de Dios. Estos llamados "desiertos espirituales" son comúnmente entendidos como pruebas y durante ellos se continúa con los ritos de la fe, se sigue creyendo y actuando en favor de Dios aunque no se tenga la experiencia "mística" de sentirlo con la esperanza y recompensa de volverlo a encontrar en toda su magnificencia.

Me inclino a creer que muchas veces así pasa en el amor, que debe amarse en favor del otro aún sin la presencia "mística" del amor, en la confianza de verlo volver acrecentado. 

Me atrevo a decir que así como en eso consiste la fe, en eso también radica el amor.

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