6 de agosto, bomba atómica en Hiroshima. 9 de agosto, Nagasaki. El inicio del miedo nuclear en el mundo. El terror calando hondo en el corazón de los japoneses. La prepotencia norteamericana que sesgó más de 200.000 dejó un trauma radiactivo que aún perdura en la sociedad nipona.
Han pasado 66 años del estruendo del Fat Man que ensordeció la ciudad de Nagasaki, en la sureña isla de Kyûshû, y que la sumió en un silencio desolador.
El dolor se convirtió en un tabú hacia lo nuclear que se traduce en precaución extrema. Si el desastre de Fukushima el pasado 11 de marzo llenó las portadas de los rotativos occidentales de titulares cercanos al Apocalipsis, en Japón las primeras páginas evitaron en todo momento el uso de los kanjis –ideogramas- referentes al concepto "nuclear". Por precaución y para no revivir viejos fantasmas.
La estremecedora y humana 'Genbaku bungaku'
Las bombas atómicas no silenciaron absolutamente el rechazo de muchos escritores a la crueldad de la guerra. A partir de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, surgió una corriente literaria conocida como 'genbaku bungaku' (literatura de la bomba atómica) a las puertas del renacimiento de un Japón pacifista con el polémico artículo 9 de la Constitución de 1947 impuesta por su verdugo.
La literatura de esta época está escrita básicamente por los 'hibakusha', que es como se conoce a los supervivientes de las bombas atómicas que decidieron narran sus propias experiencias de la tragedia.
"Me salvé porque estaba en el lavabo...". Así comenzaba Flores de verano (Impedimenta), un relato de apenas veinte páginas de la escritora Hara Tamiki, publicado en 1947 y donde expresaba el desastre de Hiroshima con crudeza.
Ôta Yôko escribió las novelas Ciudad de cadáveres (1948), Harapos humanos (1951) y Medio humano (1954), también testimonio de Hiroshima.
La literatura del ataque nuclear también abarca la poesía de Tôge Sankichi en su recopilatorioPoemas de la bomba atómica y los Huevos negros de Kurihara Sadako.
La literatura ha servido como catalizador del dolor en una sociedad considerablemente hermética a la hora de manifestar públicamente los sentimientos. Más allá de las publicaciones que vieron la luz inmediatamente después del desastre, autores que no fueron testimonios directos, escribieron obras posteriores a modo de reflexión.
Es el caso del premio Nobel de Literatura japonés en 1994, Kenzaburô Ôe, que publicóApuntes de Hiroshima en 1965 invitando a la reflexión sobre el uso de la energía nuclear como base del desarrollo económico. También Ibuse Masuji escribió Lluvia negra (Libros del Asteroide, 1966) en recuerdo a la explosión atómica de Hiroshima.
Por otro lado, Oda Makoto, un escritor relacionado con la izquierda política nipona, escribióHiroshima (1981), donde criticaba el papel victimista que adoptó su país tras la catástrofe y su sumisión a los norteamericanos.
Fukushima renace el dolor y la duda
Dos bombas atómicas que demostraron lo que el ser humano era capaz de hacer. Se filtró el temor entre la población mundial dando origen al conflicto de la Guerra Fría, bajo la sombra de una gran amenaza nuclear.
Tras el desastre de Fukushima, el terror resurge de nuevo y los japoneses se replantean, por enésima vez, si la energía nuclear es una buena opción.
Con motivo del reciente 66 aniversario de la bomba atómica de Hiroshima, el Asahi Shimbunresumió la inquietud de gran parte de la sociedad japonesa en una pregunta: "¿Qué tipo de efectos a largo plazo tiene la exposición a la radiactividad sobre la salud humana?".

Cortesia de: lavanguardia.com

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