El siguiente es un texto que escribí hace unos años en base a este cuento de Mina Dumont que les recomiendo leer primero.

Dos puestas de sol
Segunda Puesta (Byron version).

¿Aquella chica?, su nombre es Ángela, en una hora será quemada en la hoguera acusada de hechicería gracias a los símbolos de su cuello, símbolos que hace dos noches puse yo en ese lugar, después de todo ella es mía… 

 La había llevado a mi castillo gracias a su aura, en ella había algo extrañamente familiar que en su momento no supe identificar bien, pero que después traería esta serie de eventos desafortunados en los que ambos nos hemos visto inmiscuidos, en fin, ella pensaba que estaba sola y tal vez por esa razón se aventuro a salir de la cama en una habitación que no conocía, eso por supuesto complicaba las cosas, siempre es más fácil solo beberlas dormidas. 

 Cuando entre a la recamara ella se dirigía al tocador, tome asiento en un rincón oscuro sobre una de las cornisas interiores del techo mientras ella inspeccionaba la habitación, ignoro por qué Ángela no salió inmediatamente del castillo, en su lugar se sentó en el banco y comenzó a cepillar su cabellera. 

 Yo esperaba que volviera a dormir, trate de influirla con dominación pero los rayos de Selune en el ventanal cortaban todo intento de disciplinas, el único modo sería acercarme y ejercitar el influjo viéndola a los ojos, así una vez dormida la bebería con tranquilidad, ideado el plan caí con suavidad de pluma y comencé a acercarme en la oscuridad, infortunadamente para ambos la luz de Selune invadió las sombras y dejo mi reflejo al descubierto. 

 Ella, consternada cerró sus ojos pensando tal vez que soñaba y fue en ese momento que entendí que lo mejor sería doblegar a la dulce criatura con lujo de violencia y tomar su Vitae por la fuerza. 

Desafortunadamente ese asunto no sería tan sencillo pues no tenía la más remota idea, pero Ángela no se asustaba con facilidad. Me acerque y cuando estuve a un par de pasos de distancia ella volvió a abrir los ojos y contemple de lleno sus cuencas almendradas, el caudal crespo y sombrío de su cabello oscuro y el sutil aroma a rosas que emanaba de su cuerpo. Fue al inhalar ese aroma por mi difunta nariz que sentí como en mi mente un recuerdo se esforzaba por abrirse paso entre años enteros de tristeza, soledad y sangre, pero impedido por el dolor, volvió a hundirse en el mar de la inconsciencia. 

Por un momento caí en cuenta que esa chica era la primera persona viva que pisaba aquella alcoba en casi ochenta años, y por un momento, bañados por la luz de la luna, fue extraño estar acompañado aunque fuese por el alimento. Llegue a donde ella estaba, así, tan cerca acepté definitivamente que era hermosa, toque su rostro y sentí la suavidad que otorga la vida, lo hermoso de su cuerpo juvenil, sonreí pensando en la dulzura de su Vitae y bañados por Selune comprendí por que la había llevado conmigo, esa idea, ese recuerdo se abría paso por las estrecheces del odio añejado en mi interior mientras veía a la Diosa brillando llena en el cielo nocturno. 

 Fue ahí cuando sucedió, el candelabro de hierro forjado se estrello a gran velocidad en mis sienes muertas, Ángela se soltó de mi abrazo y corrió hacia la puerta, yo tardé un poco en recuperarme de la sorpresa más que del golpe, pero confiado extendí un dedo hacia la hoja de madera al tiempo que murmuraba -Deravel- con lo que la enorme puerta no se movió ni un milímetro sellada con el encantamiento mientras la chica se esforzaba por abrirla. 

 Haciendo uso de mi celeridad salte hacia ella y la sujete por el cuello con la delicadeza de un león que toma a un ciervo vivo, es decir, conteniéndome lo suficiente para hacerla sufrir sin matarla, debilitándola, llenando la habitación del aroma de su sufrimiento. Cuando no pudo sostenerse más en pie la dejé caer al suelo, aquella cena era más conflictiva de lo que su delicadeza exterior podía hacer pensar y aún así todo aquello me divertía sobremanera –Eres Valiente para ser tan joven, será un placer beber tu sangre dulce y pura- dije en un tono de sorna al ver el sufrimiento en su mirada,  y divertido por su expresión de autentico terror decidí añadir –y comer tu carne tierna y joven- volví a reír divertido mientras ella hacía un esfuerzo sobrehumano por preguntar entre tartamudeos –¿quién o qué eres?- ¿qué podía hacer yo ante semejante pregunta? Tan solo un puñado de años después y ya nadie sabía quién era yo, había perdido el respeto y temor del rebaño del que me alimentaba, mi propio pueblo desconocía quien causaba estragos entre sus mujeres, sus jóvenes y en ocasiones sus animales, febrilmente enfurecido no me quedo más que hacer que recitar aquella cantaleta que hiciese famoso a mi señor en la época feudal -Soy el llanto que no puedes llorar, soy el grito cuando no puedes gritar, el hielo de tu corazón cuando tiemblas, mi nombre es Lord Iacopus Byron, Conde de Ventimiglia, y soy la peor pesadilla de tu oscuridad-. 

 Tome a la chiquilla, la levante del suelo y en brazos la lleve hasta la cama, -Eres una jovencita bastante fuerte y debería pensar en tomar tu vida para mí o para las profundidades- Creo que lo dije en voz alta porque sus ojos negros se hundieron en la niebla de los míos, y recordé súbitamente de donde conocía a esa aura tan linda, donde había visto esos ojos cafés, donde había olido ese aroma a rosas silvestres, ella era Ángela, ella se había ido y ahora el destino me ligaba a ella de nuevo, todo era como aquella noche, idéntico a la noche en que la salvé de morir y su forma de agradecer fue partir lejos… 

 Busqué las marcas en su cuello mientras le decía –me perteneces ahora y para siempre como debió haber sido hace ochenta años- comencé a doblegarla con dominación, cuando cerró los ojos, la besé y puse mi uña en su cuello. Partiendo de la marca de la última vez tracé un dibujo, mi nombre en lengua ignota. El olor de su Vitae era dulce y cálido, y la expresión de dolor en el rostro de Ángela podría llevar a cualquiera al frenesí. De pronto la excitación desconcentró mi disciplina y ella pudo liberar el trance, me tumbó al suelo y corrió a la ventana igual que ochenta años atrás, -lo hará de nuevo- pensé, traté de amedrentarla gritando –no te resistas, ¡ya eres mía!- pero lo único que logré fue que se lanzara por la ventana, trate de alcanzarla, tal vez si la mordía, por fin podría obtener un poco de control sobre ella, cuando estaba por finalizar el abrazo vi las primeras líneas de luz de Mitra y tuve que soltarla. Al instante y antes de que mi carne comenzara a quemarse me transfigure en niebla y volví al castillo. 

Seguramente Ángela golpeo de nuevo en el suelo de roca de la cascada, a lo cual -igual que la última vez- sobrevivió con relativa facilidad. Su error fue haber venido a la aldea, donde nadie le creería y arriesgándose a terminar así. Mírala, acaban de sacarla de su celda para atarla al poste, es el momento que esperábamos. En cuanto prendan la leña tu entretendrás a los guardias y al verdugo mientras yo la desato, recuerda que ella cree que también deseamos matarla así que iremos con cautela, después del anochecer volverá a perder la memoria y se creerá humana de nuevo, debo completar el abrazo antes de que eso suceda, si acontece, entrégate y que tu alma descanse en paz, sabes que no puedo convertirte, no puedo arriesgarme a tener otra Ángela suelta por el mundo. 

 Que Mystra sea contigo, nos veremos en el Valhalla.


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1 comentarios:

Tiene talento Señor.

Saludos

2:50 a.m., febrero 14, 2010  

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